miércoles, 4 de septiembre de 2013

Las Rastras

Emilio García Ranz / Redacción.- Cuando yo llegué aquí no sabía qué eran eso de las 'rastras'. En León, cuando se conoce que una parejita sale, tenían costumbre los mozos del pueblo de darlo a conocer dejando un rastro de paja desde la casa de él hasta la casa de ella. Esto normalmente se hacía de noche, robando la paja de un pajar cercano, y a la mañana siguiente todos los vecinos del pueblo se enteraban, con ese curioso rastro de paja, de que tal chico estaba colado por tal chica. No conozco aún ningún caso de rastra entre chico y chico, o chica y chica, pero supongo que esto se irá modernizando, como se ha ido modernizando la rastra de paja, que ya no se hace de paja –afortunados los dueños de los pajares a los que destrozaban algunas alpacas, que podían ser muchas, dependiendo la distancia entre las casas de los dos contrayentes–: hoy las rastras se pintan, bien con pintura, bien con una mezcla  de agua y cal, incluso con sprays.
En Castrocalbón he visto algunas de ellas, y la ventaja que se pinten sobre el asfalto negro ha proporcionado el aliciente de que alguien coja la brocha y a brochazos ponga el nombre de los dos novios, del chico al que le gusta tal chica, o de la chica a la que le gusta tal chico.
A finales de agosto y primeros de septiembre los vecinos de Castrocalbón pudimos ver una de las rastras más grandes que al menos yo, he visto pintadas, ya que tiene varios kilómetros de largo: iba de Jiménez de Jamuz hasta La Bañeza, con lo que la cosa se sofistica ya que debieron usar por lo menos un coche.

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