miércoles, 24 de agosto de 2016

Mª de las Nieves Morán, centenaria del pueblo de Tejados

Domingo, 14 de agosto de 2016

“He trabajado mucho, he estado muy cautiva, y de la vida que yo he visto a lo de hoy…”


Mª de las Nieves Morán, centenaria del pueblo de Tejados, recibió hace unos dias el homenaje de su familia, del Ayuntamiento de Valderrey y de toda la localidad en torno a sus innumerables recuerdos de cuando “la vida era muy buena”

Nieves descansa sentada en su silla de madera, a la sombra de una parra a punto de explotar en uvas, acariciando la portada de ‘Mi libro de historias de la Biblia’ que le gusta leer en estas largas y calurosas tardes de verano del pueblo de Tejados (municipio de Valderrey), en el pequeño patio de la casa que la vio nacer, comprada por su padre nada más regresar de sus estancias en Cuba y Argentina.

No han sido igual de tranquilos los 36.500 días que está a punto de cumplir porque Mª de las Nieves Morán Morán llega a su centenario en un estado de salud muy aceptable pero sobre todo una sorprendente cabeza llena de recuerdos nítidos. Y de ellos destaca que “he trabajado mucho, he estado muy cautiva, aunque ahora ya no hago nada más que dar conversación; y de la vida que yo he visto a la de ahora…”.

Se refiere Nieves a una existencia de trabajo y más trabajo en el duro campo de este pueblo de la Sequeda. Ya desde muy pequeñita, “con seis años”, cuando se encargaba de pastorear las ovejas y “pedía algo más de merienda para darles un bocado, y claro, luego me seguían a todas partes, hasta un día que me dormí y ellas se durmieron a mi alrededor”.

Cuando en casa tocaba la ‘vecera’ –nombre de la obligación de cuidar las vacas de todo el pueblo cuando tocaba ‘la vez’ a cada familia según el ganado que tenía- era ella quien las pastoreaba también, y no era precisamente labor tranquila en ciertas épocas del año porque, como tiene
muy nítido, “que de camino a Tejadinos –hoy barrio despoblado- en el paraje de La Moralica un día el lobo comió a una chica”.

“Mi vida no ha sido más que el campo, segar a hoz y a ‘gadaña’, la ganadería, engabitar, atar, amorenar, sembrar garbanzos o cantudas -una legumbre pequeña también nombrada por muelas-, pero, haciendo balance, “ha sido una vida muy buena” y además en un tiempo en que Tejados tenía auténtico dinamismo.

“Mi padre tuvo cantina aquí, iba por los pueblos a vender y como no sabía leer ni escribir traía de memoria lo que tenía debido y mi madre se lo apuntaba; y jamás olvidó nada”. Ella a la escuela, recuerda, sólo pudo ir “una hora, cuando me dejaban las ovejas”, pero lo básico lo dominó pronto “gracias a mi cabeza, que recordaba todo”: como recuerda a doña Regina, la maestra, “que llegó a cumplir 106 años”. Gracias a ella y a su propio tesón, la lectura aún es su entretenimiento favorito.

Pero no todo eran esfuerzos y padecimientos. Mucho disfrutó de “las coplas que me traía mi padre de Astorga”, historias truculentas, sucesos y amoríos que aún recita de carrerilla. O de las “veladas” en el pueblo o de “correr los aguinaldos” para Navidad. O de cuando “los tamboriteros” se venían arriba, “quitaban las galochas y a bailar”.

Toda esa vida tan añorada pasará por la mente despierta de Nieves cuando mañana lunes 15 de agosto reciba el cariñoso homenaje de todos, incluido el del Ayuntamiento de Valderrey, cuyo alcalde, Gaspar Cuervo, se muestra “orgulloso” de su centenaria vecina, y ya van cuatro, en nombre de toda la Corporación.

Fiesta “para quien quiera venir, que yo no les voy a buscar”
Como detalle, le regalarán una placa con su nombre para que identifique su casa de siempre en Tejados con la fecha de tan redondo aniversario. Habrá misa a las seis de la tarde, que por supuesto tampoco se perderá, y una merienda posterior para todo el pueblo, “para quien quiera venir, que yo no les voy a buscar”. Y por cierto, “cada uno, que traiga su escañil” si quieren sentarse.

Pero antes, una entrañable comida con su pequeña familia, los dos hijos –Eugenio y Celia-, la nuera, el nieto y el biznieto, la pequeña alegría de la
casa, para quien se ha encargado el ‘caprichín’ de un rico y típico maragato de pan.

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