jueves, 27 de julio de 2017

Cartas al Director/ El Eria sin agua

Dada la actualidad del problema, sería deseable que mi comentario viese la luz lo antes posible. Gracias.
Ensin agua
Los pueblos de la Valdería se encuentran con el agua al cuello, y no precisamente por culpa de una inundación, sino por todo lo contrario. La pertinaz sequía que venimos padeciendo desde hace unas cuantas décadas ha hecho que una vez más el Eria, la arteria que da vida y esplendor al valle, se encuentre al borde del agotamiento. Esta situación no es nueva, se viene repitiendo año tras año, pero todos, empezando por los organismos oficiales, han hecho la vista gorda sin que a nadie pareciera preocuparle el problema. Al fin, y como no podía ser de otro modo, la Administración ha decidido tomar cartas en el asunto, tratando de regularizar el tradicional sistema de riego. Dicha intervención ha disparado la alarma en el colectivo de regantes que, como es natural, no se resignan al fracaso de sus cultivos. Automáticamente ha aflorado la lógica latente del campesinado, que entiende que mientras corra un hilo de agua por el río, esa agua tiene que estar en el reguero. Es la lógica de la disyuntiva exclusiva que se expresa más o menos en los siguientes términos: la opción entre que se mueran los peces o que se sequen los pimientos es clara; los peces son “del río”, o sea de nadie, mientras que los pimientos son “nuestros”. La intervención de la Administración ha tratado de corregir semejante lógica metiendo peces y pimientos en el mismo saco y repartiéndoles el agua a partes iguales.
Tan errática me parece una lógica como la otra. La primera, porque no se trata de meter agua sin más, sino de meter el agua que verdaderamente se necesite y de administrarla lo mejor posible. Si se puede solucionar el riego con un “bagual” bien administrado, no hay por qué meter cuatro. Y siendo sinceros, hemos de reconocer que en los últimos años (años de tanta carestía o más que el actual) se ha perdido en las vegas mucha más agua que la que se ha utilizado. La segunda, porque para una vez que los organismos públicos se deciden a hacer algo positivo en la cuenca del Eria, se han quedado a medio camino con una solución salomónica de escaso desgaste neuronal y que más pronto que tarde acabará a la vez con la muerte del río y la de los cultivos. Nuestro río es generoso, pero nadie da lo que no tiene. Y si no tiene, no se le puede pedir que vaya repartiendo agua a lo largo del valle y encima llegue con cuarenta litros a San Esteban de Nogales. Nuestro río es sacrificado, pero los múltiples maltratos recibidos en los últimos años lo han desfigurado hasta el punto de dejarlo sin madre (ni pozos ni tabladas), de tal modo que ni él mismo se reconoce. La solución, por tanto, ha de pasar necesariamente por que haya agua en el río –que es su lugar natural- si es que queremos seguir “cogiendo agua del río”.
Lo más sensato que pudimos oír en la asamblea vecinal celebrada el pasado día 24 en Castrocalbón salió de boca de la única mujer presente en la reunión. Su propuesta instaba a la Mancomunidad de municipios del valle a que unan sus fuerzas y exijan al Gobierno regional la construcción inmediata de una o varias presas en el curso alto del Eria. La orografía de la zona es lo suficientemente propicia para que esa infraestructura se realice sin un gran coste económico y con un mínimo impacto medioambiental. Esas presas servirían para regular posibles avenidas en el invierno y para aminorar los efectos del estiaje durante los meses del verano. Y que no nos vengan con el famoso cuento de la oposición ecologista. Esa falacia es sólo una excusa para no hacer lo que la propia Naturaleza está reclamando: que haya agua en el valle. La Naturaleza sabe mejor que nadie que el agua es la vida, y si no se intenta restablecer la vida, que no nos vuelvan a hablar de desarrollo rural.
Nos encontramos en medio de un proceso crítico de desertización creciente a causa del cambio climático y tenemos que intentar paliar esa situación ayudando a la Naturaleza en la medida de lo posible. Todavía quedan algunos negacionistas como mister Trump o el primo de Rajoy, que defienden que creer en el cambio climático es como creer en la virgen de Castrotierra. Nunca faltará algún insensato que se empeñe en negar la evidencia. Me refiero a la del cambio climático, naturalmente. En cuanto a lo de encomendarse a los santos, allá cada cual, pero bueno será que no nos olvidemos de la consabida recomendación: “a Dios rogando y con el mazo dando”
                                                                       Ismael Almanza Riesco
                                                                       Pobladura de Yuso, 26-julio-2017

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